viernes, 25 de marzo de 2011

Llegando a la Amazonia ecuatoriana

Hoy me alejé de lo que más amo en este mundo y no es porque lo quiera así, ni de la otra parte ya el sentimiento es mutuo.
Uno va donde lo necesiten en su trabajo, aunque esto signifique dejar de lado valiosas personas y momentos.
Pero este es un alejamiento físico no puede arrancar la unión del alma que es eterna.

En el viaje las nubes fueron las compañeras. Podría decir el gran campo de algodón, pero me parece algo muy trillado, sin que esto signifique que no era espectacular el paisaje.
Imaginen el manto blanco y  tres picos blancos que lucen su nieve; a sus pies la alfombra verde que da la bienvenida a la Amazonía.

La imagen de los fabulosos Andes quedan atrás, mientras el verde continúa y se extiende como si no tuviera fin, cortado por ríos que con sus aguas se dirigirán con el coloso del sur hacia el Atlántico.
Pequeñas poblaciones también aparecen y una red de tubos que dan riqueza material, pero que en el tiempo dañarán esta impactante visión.

Llego con alegría a mi destino, dispuesto a dar lo mejor de este ser para trabajar y ganarme nuevamente el viaje hermoso y llegar al hogar del cual salí, admirar a los que amo y ser parte de la felicidad que nos embriague por siempre.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario