martes, 16 de enero de 2018

La Dignidad

La dignidad

Pensaba el hombre en la guerra y su atracción a la misma, cuando pensó en dignidad. Habían pasado miles de conflictos y años de historia, para darse cuenta que en su más pura esencia conformada por cuerpo, alma y espíritu, yacía la dignidad, tomando conciencia de su valor consustancial.

Recordó en ese momento, su irrespeto a este principio: torturas, esclavitud, penas degradantes, que había cometido en busca de más tierras, viles monedas y otros intereses banales, a costa de la deshumanización de su prójimo, a costa de quitar dignidad.

Y quiso el hombre cambiar el mal hecho, venciendo el miedo que corría por su cuerpo, como primer paso para alcanzar la dignidad. Pues ser digno empieza y termina con uno mismo, sintiéndose responsable y libre, reconociéndose como persona como base para alcanzar la plenitud, satisfacción y excelencia.

Conforme consigo mismo, quiso el hombre redimirse ante los otros hombres, y pensó en derechos, aceptando las diferencias y consagrando en normas universales la dignidad humana como intangible, de irrestricto respeto y protección, jurando además nunca más despojarla de otro ser.

Fue en ese momento cuando la culpa fue dejando al hombre, siendo su espacio ocupado por el orgullo, al haber dado a la dignidad la posición para conseguir una verdadera emancipación y paz moral a la humanidad; al haber educado a otros hombres para formar su inteligencia y hacer férrea su voluntad; al haber comprendido que no hay niveles para la dignidad, ni más ni menos, que no se otorga y que es parte inseparable de toda persona.

Y es así como este hombre escogió el camino de la dignidad, modificando su modo de actuar, conducta y comportamiento para vivir en equilibrio con los valores morales y preceptos jurídicos, dando dignidad a su pueblo, elevando su sentimiento de valor propio y de grandeza; entendiendo que la dignidad no se la pierde por nada ni por nadie.