Nunca me imaginé tanta violencia en este país.
Los indígenas y sectores sociales venían protestando durante
todo el año y si bien se conocía que en cercanías del día de la resistencia
indígena (12 de octubre) iban a realizar acciones de protesta, no cabía en la
mente una actitud así.
Corte de vías de comunicación, paralización de servicios públicos,
acciones violentas contra la Policía y Fuerzas Armadas, entre otras.
Conforme iba evidenciándose sus “tácticas”, se notaba una
estrecha relación con las actividades que hasta ese momento, se habían visto en
las protestas en Venezuela; pirotecnia en tubos para direccionar el sitio de
impacto, escudos para protegerse, caravanas de motos, declaraciones de “zonas
de paz”.
Por otro lado la participación de una radio en Quito y, las
redes sociales (utilizadas en la primavera árabe, Hong Kong y Francia, por ejemplo);
hacían recordar a los otrora “forajidos”, evolucionados en “zánganos”, con una
participación al menos importante de ciudadanos afines a la revolución
ciudadana.
Pronto se vieron enfrentamientos, que luego fueron
denunciados por afectar a niños y ancianos. ¿Qué hacen niños y ancianos en las
acciones de protesta?
No sé. Al menos sirvieron para tomarlo como bandera de
denuncia ante organismos de derechos humanos, quienes para variar, hacen eco de
las publicaciones sin contrastar las fuentes, pues al parecer, si se está
vestido con uniforme, es suficiente para declarar culpabilidad y parcializarse.
Parece que queda claro lo que Moisés Naim quería
interpretar, “El fin del poder”, en este caso del Estado que tiene las manos
atadas de sus organismos de seguridad, pues puede hacer uso progresivo de la
fuerza, pero si la usa ¡usted Señor comete un delito!
Acto seguido, como no se ha podido motivar a los zánganos,
nos queda otra opción (siempre es bueno el plan b) y se apela a la ley, la
famosa “muerte cruzada”, de la cual imagino estarán uniendo “lealtades” en
medio del silencio del Legislativo.
¿Quién pierde? Todos, muy pocos han trabajado, oleoductos
paralizados, productos varados en espera de que se abran las vías.
¿Quién gana? Por ahora nadie, pero con un gobierno
disminuido más de lo que estaba, con una agitación social latente, con
delincuentes disfrazados de defensores sociales o “revolucionarios”;
seguramente durante el 2020 se irá viendo los beneficiarios de este escenario,
esperando que no recuperen la patria o más bien dicho, no se lleven lo que
falta.