viernes, 11 de octubre de 2019

Paralización de Ecuador


Nunca me imaginé tanta violencia en este país.


Los indígenas y sectores sociales venían protestando durante todo el año y si bien se conocía que en cercanías del día de la resistencia indígena (12 de octubre) iban a realizar acciones de protesta, no cabía en la mente una actitud así.


Corte de vías de comunicación, paralización de servicios públicos, acciones violentas contra la Policía y Fuerzas Armadas, entre otras.


Conforme iba evidenciándose sus “tácticas”, se notaba una estrecha relación con las actividades que hasta ese momento, se habían visto en las protestas en Venezuela; pirotecnia en tubos para direccionar el sitio de impacto, escudos para protegerse, caravanas de motos, declaraciones de “zonas de paz”.


Por otro lado la participación de una radio en Quito y, las redes sociales (utilizadas en la primavera árabe, Hong Kong y Francia, por ejemplo); hacían recordar a los otrora “forajidos”, evolucionados en “zánganos”, con una participación al menos importante de ciudadanos afines a la revolución ciudadana.


Pronto se vieron enfrentamientos, que luego fueron denunciados por afectar a niños y ancianos. ¿Qué hacen niños y ancianos en las acciones de protesta?

No sé. Al menos sirvieron para tomarlo como bandera de denuncia ante organismos de derechos humanos, quienes para variar, hacen eco de las publicaciones sin contrastar las fuentes, pues al parecer, si se está vestido con uniforme, es suficiente para declarar culpabilidad y parcializarse.



Parece que queda claro lo que Moisés Naim quería interpretar, “El fin del poder”, en este caso del Estado que tiene las manos atadas de sus organismos de seguridad, pues puede hacer uso progresivo de la fuerza, pero si la usa ¡usted Señor comete un delito!


Acto seguido, como no se ha podido motivar a los zánganos, nos queda otra opción (siempre es bueno el plan b) y se apela a la ley, la famosa “muerte cruzada”, de la cual imagino estarán uniendo “lealtades” en medio del silencio del Legislativo.



¿Quién pierde? Todos, muy pocos han trabajado, oleoductos paralizados, productos varados en espera de que se abran las vías.


¿Quién gana? Por ahora nadie, pero con un gobierno disminuido más de lo que estaba, con una agitación social latente, con delincuentes disfrazados de defensores sociales o “revolucionarios”; seguramente durante el 2020 se irá viendo los beneficiarios de este escenario, esperando que no recuperen la patria o más bien dicho, no se lleven lo que falta.