El día en el que el buen hombre nació, una virtud le fue concedida, que día tras día en su hogar se practicaría, impregnándose en su alma y corazón. Sus padres la llamarían fidelidad y cuando éste hombre se hizo soldado, la transformó en la lealtad.
Cumpliendo sus deberes con nobleza y sin reservarse nada, actuando en el sendero de la buena fe, el soldado fue educando a su espíritu, que lo convirtió en templo vivo de rectitud y verticalidad.
Fue entonces la lealtad, como la estrella omnipresente, que en todas direcciones irradiaba a cada uno de los soldados de la patria, alejando de ellos a la mentira, adulación, hipocresía y engaño, permitiendo que cada grupo, desde la pequeña escuadra hasta la gran división, trabajen cohesionados por el bien de nuestra nación.
Se entendió en ese momento que la lealtad es la máxima expresión del desinterés, que se nutre con el afecto, confianza, respeto y compañerismo a los superiores, camaradas y subalternos, y debe ser recíproca, para generar en el cuartel el verdadero ambiente de confianza y seguridad.
El cumplimiento de nuestras obligaciones y misiones, no permite los términos medios, serás todo o serás nada. La lealtad nos marca el camino de esta premisa.
Qué debemos ser entonces?
Ser leales hasta la muerte, a nuestro Ecuador, a nuestras Fuerzas Armadas, a nuestro Ejército y a las personas que la conforman, a estas últimas no por su jerarquía, sino por los valores y virtudes que practican y defienden.
Es la lealtad el compromiso intrínseco para defenderte tierra mía, el de estar con mis compañeros de armas en la estabilidad y en la guerra, el respeto a mis convicciones, el decir y hacer serán como mis huellas que me mantendrán de pie en la tormenta y aún así jamás abdicaré pues la lealtad me acompañará en cada lucha de mi vida.
BIBLIOGRAFÍA
- Las virtudes militares, Crnl (s.p) Alejandro Romo Escobar
- Manual de Liderazgo militar de la ESMIL
- http://www.pensamientos.com.mx/lealtad.htm