viernes, 19 de agosto de 2011

LA LEALTAD

El día en el que el buen hombre nació, una virtud le fue concedida, que día  tras día en su hogar se practicaría, impregnándose en su alma y corazón. Sus padres la llamarían fidelidad y cuando éste hombre se hizo soldado, la transformó en la lealtad.
Cumpliendo sus deberes con nobleza y sin reservarse nada, actuando en el sendero de la buena fe, el soldado fue educando a su espíritu, que lo convirtió en templo vivo de rectitud y verticalidad.

Fue entonces la lealtad, como la estrella omnipresente, que en todas direcciones irradiaba a cada uno de los soldados de la patria, alejando de ellos a la mentira, adulación, hipocresía y engaño, permitiendo que cada grupo, desde la pequeña escuadra hasta la gran división, trabajen cohesionados por el bien de nuestra nación.

Se entendió en ese momento que la lealtad es la máxima expresión del desinterés, que se nutre con el afecto, confianza, respeto y compañerismo a los superiores, camaradas y subalternos, y debe ser recíproca, para generar en el cuartel el verdadero ambiente de confianza y seguridad.

El cumplimiento de nuestras obligaciones y misiones, no permite los términos medios, serás todo o serás nada. La lealtad nos marca el camino de esta premisa.
Qué debemos ser entonces?
Ser leales hasta la muerte, a nuestro Ecuador, a nuestras Fuerzas Armadas, a nuestro Ejército y a las personas que la conforman, a estas últimas no por su jerarquía, sino por los valores y virtudes que practican y defienden.
Es la lealtad el compromiso intrínseco para defenderte tierra mía, el de estar con mis compañeros de armas en la estabilidad y en la guerra, el respeto a mis convicciones, el decir y hacer serán como mis huellas que me mantendrán de pie en la tormenta y aún así jamás abdicaré pues la lealtad me acompañará en cada lucha de mi vida.

BIBLIOGRAFÍA

miércoles, 17 de agosto de 2011

Ascenso

“La fe de la vocación militar inspira nuestro camino, en medida a nuestros problemas que vencemos con empeño, en medida a las victorias con que vivimos un sueño y en medida que entregamos músculo, sangre y aliento”. (anónimo)

Es una bendición de mi Dios todopoderoso el poder compartir este día con soldados del aire, mar y tierra, que con la camaradería que caracteriza al soldado ecuatoriano, nos acompañan en este momento tan importante, en que se reconoce nuestro servicio desinteresado a la institución y a la patria.

Varios años han pasado desde que ingresamos al glorioso Ejército, imbuidos por el espíritu que desde el indómito Shyri hasta los héroes del Cenepa ha estado presente en cada elemento que ha decidido seguir la carrera de las armas, con la convicción de empuñar un fusil cuando el país nos necesite y con la vocación que día a día se fortalece.   

En nuestro camino hemos tenido que franquear varios obstáculos, que en vez de debilitarnos nos han fortalecido en cuerpo y mente. Talvez uno de los primeros fue el abandonar el calor del hogar de nuestros queridos padres, por seguir el sueño que muchos quisieron alcanzar pero que al final pocos lo pudimos materializar. Gracias a ellos que siempre estuvieron y continúan estando dispuestos a dar un consejo cuando lo necesitamos.

Y fue precisamente en ese período de formación cuando conocimos a nuestros hermanos en la milicia que día a día nos acompañaron en la primera travesía y que luego tuvieron que acudir al llamado de la patria en incontables rincones de la misma y que hoy sienten la misma felicidad que sentimos aquí por haber alcanzado un peldaño más.

Es menester agradecer a cada uno de nuestros instructores, comandantes, y soldados que hemos tenido la oportunidad de comandar, por habernos dado la oportunidad de demostrar nuestras capacidades y por habernos dado varias lecciones que han sido asimiladas y puestas en práctica para ser mejores líderes militares y sobre todo, mejores hombres.

El dios romano de la guerra, Marte, tuvo como fuente de inspiración a la diosa del Amor, Venus. De la mitología a la realidad, el soldado en su trajinar se dio el tiempo para ser humano y encontrar el amor, que lo acompaña en todas las batallas que tiene que enfrentar. Gracias a ti esposa, por comprender mi profesión, por soportar la distancia, por ser muchas veces padre y madre. Eres tú la que hace el sacrificio de no tener siempre cerca al esposo, al amigo, al padre.

Es un honor recibir el nuevo grado, que lo aceptamos con orgullo pero con mucha humildad y sabemos también que se nos entrega mayor responsabilidad que debemos cumplir con esfuerzo y dedicación constante, con liderazgo y con ejemplo, con disciplina y lealtad.
Es nuestro deber, seguir siendo respetuosos con las leyes, con la sociedad a la que nos debemos, y con la institución armada, cumpliendo nuestra sagrada misión.

En este día es necesario también recordar y renovar el juramento que hicimos un 10 de agosto, en el cual buscamos el bien común sin anhelar mezquinos intereses que empobrecen el alma, pues los ideales del soldado van más allá de la riqueza material, pues somos ricos con la gloria de formar parte de un ejército vencedor.

Dios, patria y libertad